observatorio zacatecas
El libro Primer Centenario del Observatorio Meteorológico de La Bufa Zacatecas, editado por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y la Comisión Nacional del Agua (Conagua), es un testimonio justo a un espacio con actividades científicas "que se une al selecto grupo de templos científicos que por más de un siglo han observado el cielo y la atmósfera", se señala en la presentación.
Tales templos, se añade, "han mirado más allá de las nubes, intentando conseguir un inmemorial anhelo del hombre: conocer el mañana (...) El Observatorio ha sido pilar fundamental de la observación meteorológica en Zacatecas y ha realizado importantes contribuciones al conocimiento meteorológico y científico nacionales".
Los zacatecanos divisan desde diversos puntos de la rosa de los vientos el citado edificio. En su paseo, los lugareños lo observan desde la histórica Catedral, donde las figuras de los apóstoles carecen de manos.
Una visita a La Bufa o al Museo de Francisco Villa no es tal sin un acercamiento al Observatorio. Alrededor de él hay arbustos, una vegetación en la que destacan flores pequeñas. Escondidos entre esas plantas, algunos roedores huyen o salen presas de la curiosidad. Algunas ratas son, en verdad, grandes.
Ubicado en el corazón del país, Zacatecas es uno de esos estados que refleja de manera singular todas las tradiciones y la historia de México. A falta de playas, ofrece el encanto de un recorrido cultural a través del tiempo mediante el cual el visitante puede verse de pronto en un convento del siglo XVII y pasar sin preámbulos a lo más moderno del arte contemporáneo.
Callejuelas que casi no dan espacio a un automóvil, nos sorprenden a cada esquina bajo la presencia solemne de picos montañosos mientras puestos ambulantes ofrecen vasos con frutas o jugos naturales junto al vendedor de globos o a una tienda de platería del más fino diseño.
Zacatecas es para quienes quieren conocer el México de ayer y de hoy a un ritmo que nada tiene que ver con la premura de las grandes urbes o los encontronazos con las olas de turistas. Aquí las cosas son despacio, para relajarse.
Hoteles no faltan y sus precios son módicos. Desde el imponente Quinta Real, construído en lo que hace décadas fue un ruedo taurino. El hotel es una verdadera obra de arte en sí mismo teniendo como centro el antiguo ruedo, donde al pisar las baldozas, casi pueden escucharse los gritos enardecidos de las multitudes o el mugido de las bestias prontas al sacrificio o al ataque.
No hay que engañarse por las construcción antigua. El Quinta Real ofrece las mismas comodidades de cualquier hotel en Estados Unidos o Europa y una cocina destinada a satisfacer los paladares mas exigentes, incluyendo salones de convenciones, centros de negocios, gimnasio, alberca, etc. Una visita al bar del hotel es como estar en uno de esos bares tpicos españoles, construídos en cuevas.
Es obligatorio disfrutar del funicular, un paseo elevado que ofrece una magnífica visión de toda la ciudad, atravesando la misma por los aires desde un extremo al otro.
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